Familias ansiosas

" cuando el amor se convierte en preocupación constante"

A veces me detengo a observar cómo se comporta mi familia, y no puedo evitar darme cuenta de algo que quizá no veíamos con claridad: vivimos en un constante estado de alerta, como si el miedo y la preocupación fueran miembros permanentes en la mesa del comedor. Somos, sin darnos cuenta, una familia ansiosa.

La ansiedad no siempre se presenta con ataques de pánico o palabras temblorosas. En nuestra casa se disfraza de control excesivo, de planes detallados hasta el último minuto, de preocupaciones anticipadas por cosas que aún no han pasado. Si uno de nosotros llega tarde, no tarda en encenderse una cadena de llamadas y mensajes. Si alguien tiene un examen o una entrevista, todos lo vivimos como si fuera un evento de vida o muerte.

No lo hacemos por mal. De hecho, creo que todo nace del amor. Queremos lo mejor para cada uno, y en ese afán, creemos que preocuparnos nos da control, nos da poder sobre lo que está por venir. Pero no es así. La ansiedad familiar, aunque parezca un escudo protector, en realidad muchas veces nos paraliza y nos desgasta.

He notado cómo esta forma de vivir nos hace más reactivos que reflexivos. A veces no escuchamos, solo respondemos con consejos o advertencias. No damos tiempo a que el otro respire su emoción, porque sentimos la urgencia de resolver todo ya. Pero la vida no siempre necesita soluciones, a veces solo pide presencia y calma.

No es fácil romper con ese patrón, lo admito. La ansiedad es contagiosa, y en un ambiente donde todos están tensos, es difícil que uno solo pueda mantenerse tranquilo. Pero creo firmemente que sí se puede empezar con pequeños cambios: aprender a respirar antes de hablar, confiar más en las decisiones del otro, permitirnos equivocarnos sin sentir que el mundo se desmorona.

He comenzado a hacerme una pregunta clave: ¿quiero que mi familia me recuerde como alguien que los cuidaba o como alguien que vivía preocupado por ellos? Ojalá la respuesta pueda ser ambas cosas, pero desde un lugar más sano. Porque amar no debería doler, ni inquietar. Debería dar paz.

Y quizás ahí esté la clave para transformar a una familia ansiosa en una familia consciente: darnos permiso de vivir con menos miedo y más confianza. En la vida, en nosotros, y en los demás.

Write a comment ...

Write a comment ...

Rafelina De Jesus Matias

Estudiante de psicología Escolar